Caerse del árbol. Una historia personal sobre la desinformación.

Carmela Ríos
3 min readJan 26, 2021

En 2016, cuando Trump ganó contra todo pronóstico, yo estaba en Málaga. Volvía a Ceuta, tras la muerte de mi padre para, junto a mis hermanos, cerrar algunas cosas.

Anímicamente no estaba en mi mejor momento y la noticia de la victoria de Trump añadió una capa de irrealidad al momento.
¿Qué había pasado? ¿Qué no supieron ver las encuestas?

Con estas preguntas a cuestas volví a Madrid con la sensación de que no estaba comprendiendo muchas cosas, que los canales de información tradicionales ya no eran suficientes para observar la realidad en toda su complejidad.

En realidad la sospecha no había hecho más alimentarse desde que, en 2011, cubrí con una cuenta de Twitter el movimiento del 15M. Otra muestra de esos hechos históricos que parece brotar como setas y que pillan a la prensa y a los políticos con el pie cambiado.

Las redes sociales lo habían cambiado todo: descentralizaron el proceso de creación de los estados de opinión, dieron un altavoz a los ciudadanos, facilitaron que las personas pudieron mostrar el mundo con sus móviles.
Y regalaron a la desinformación el arma definitiva.

En 2016 había ya expertos y algunos periodistas que sabían de esto. Yo era una completa ignorante así que pensé en buscar a quién pudiera enseñarme a mirar en las redes, a escucharlas para, de esa forma, aprender a contar mejor el tiempo en el que vivía.

En febrero de 2017 me apunté en la, sin duda, formación más importante de mi vida: un curso organizado, por la Asociación de la Prensa de Madrid sobre herramientas de verificación de información en la web y las redes sociales, impartido por Myriam Redondo.

Me caí del árbol, empecé a comprender.

¿Por qué aquello fue tan importante? Por dos razones. Primero porque nos regaló un arsenal de herramientas y técnicas con las que verificar datos, fotos, vídeos, material y cuentas procedentes de redes sociales. ¿Cómo había podido trabajar sin aquello?

Además esas herramientas eran, y son, un campo de observación impagable para entender cómo se propaga la desinformación, con qué material se nutre y cómo impacta en la vida real. Es lo que sucedió en el Brexit y en la campaña de Trump con la ayuda de Rusia, los mejores en esto

Tres meses después me fui a París, a cubrir las elecciones presidenciales francesas con mis nuevas herramientas. Con ellas puede seguí tiempo real, un ataque en tiempo real al candidato Macron en las redes tras una campaña donde Rusia desplegó su arte a favor de Le Pen.

Lo que sucedió en Francia, sucedió después en Brasil y en otros países del mundo: el intento de formación de la opinión pública a partir de una realidad inventada, manipulada, exagerada. Generando odio. Con Internet y las redes sociales como campo de batalla.

En este tiempo he comprendido varias cosas: la primera es que el periodismo político de nuestro tiempo pasa necesariamente por observar, comprender y contar esta nueva forma de hacer política. No hacerlo tiene consecuencias. Es una amenaza a la democracia.

Estas herramientas de desinformación hacen el juego político muy desigual y obliga a cada partido a establecer un umbral de decencia respecto a los límites que están dispuestos a no franquear en su diálogo con el ciudadano.

Los partidos que han decidido que no hay límites para la conquista del poder tienen en su mano un arma poderosa y difícil de combatir.
Y está impactando en nuestras vidas. Aquí.

Los periodistas vamos a fracasar en nuestro papel de servicio público si no explicamos porqué los móviles se han llenado de bulos, de memes, de odio. Porque ya no es fácil hablar con algunos amigos. El odio avanza mientras nosotros miramos para otro lado. Y nos explotará un día.

El periodismo tiene un reto tan bello como complicado. Tiene que poner luz y contar un fenómeno sinuoso e invisible. Tiene que recuperar la confianza del ciudadano con herramientas nuevas. Tiene que defender su papel como pilar de una democracia. Nos jugamos mucho.

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Carmela Ríos

Periodista (TVE, Antena 3, CNN+, AFP) Feliz en el aprendizaje y en los nuevos desafíos.